jueves, 5 de abril de 2012

Sobre el Alma del Enfermo


“Los cirujanos, gentes habitualmente apuradas, creen fácilmente que pierden su tiempo escuchando”

Son frases que cita el maestro de un autor (Leriche) dentro del texto que comprende el tema del Alma del Enfermo. Y es verdad pues, que el médico en general debe mostrarse abierto a la escucha y a la empatización con el alma mórbida del enfermo, alma que acude hacia nuestra consulta y hacia nuestras palabras con el fin de preservar la vida que antes gozaba y ahora resguarda.

Antes de que hubiesen desarrollos tecnológicos y la medicina tomase un carácter científico riguroso, la medicina era propia del alma, es decir tenia un carácter fuertemente anímico, dado que los medios y el objeto eran netamente anímicos. La terapéutica anteriormente, no era en base a principios farmacológicos esencialmente –como lo es ahora- sino que estaba basada en restablecer al alma misma o a restituirla al cuerpo empleándose procedimientos mágicos, como bien lo señala el maestro Delgado.
Conforme va avanzando la tecnológica, la mirada medica va cambiando su accidente desde la perspectiva anímica como terapéutica y centro de la enfermedad, hacia una perspectiva patológica, es decir que el tratamiento de las enfermedades cobra un sentido biológico y desrregulativo que ya no podía ser acatado por la medicina de antaño, sino que la misma tecnología y farmacoterapeutica debía asumir los roles implicados en el tratamiento y mantenimiento de la enfermedad misma, tanto como de aquel que la contenía (el paciente).

El maestro, en un momento cita a Freud declarando que dentro de la obra del psicoanalista primogénito, no hubo una intención de la rehabilitación de la vida anímica en su esencia, sino que su obra consistió solo en una “mecánica de tensiones instintivas, de dinamismos afectivos, de complejos y de la libido”, haciendo que el alma y el espíritu humano se comprenda como una serie de represiones y elementos del inconsciente que el mismo Psicoanálisis trató y trata de defender hasta nuestros días. Esto, por lo tanto no corresponde esencialmente a una rehabilitación de la vida anímica como tal, en cuanto a que no atañe la cuestión ontológica y realística de la restitución del anima y del restablecimiento del enfermo como tal.

Ante toda esta temática y toda la perspectiva del alma del enfermo, nos queda por definir que es exactamente el alma del enfermo, y que es lo que describió Don Honorio Delgado con respecto al alma misma, a la mirada del medico y del enfermo, y al pronostico del enfermo en si. Elementos claves para la formación medica, que actualmente pierden vigencia en las cátedras de medicina, y que sin querer representa, al igual que todas las ciencias medicas, un punto muy importante dentro del desarrollo del galeno en el campo de acción.

Hay que definirse primero, y como lo hace el maestro, cuales son los aspectos fundamentales del enfermo.
En primer lugar, el maestro pone en perspectiva tres elementos claves a considerar dentro del enfermo como tal. Estos son, el cliente, el caso y el paciente.
Nótese que, al momento en que usted (el lector) comience a leer el cliente, su perspectiva será la de una persona la cual está muy vinculada con la economía y los negocios. Pues no es así. El énfasis que hace Don Honorio Delgado sobre el cliente no atañe elementos económicos, ni mucho menos caracteriza al medico como un negociante. Para Honorio Delgado, el cliente es la manera con la cual el enfermo se relaciona con el medico de manera muy directa y especial, muy aparte de que este use los servicios del medico. El cometido del medico con el paciente, consiste en recibirlo o visitarlo, con el trato que se merece el mismo y con la finalidad de poner a disposición nuestra ayuda profesional.
Los casos, vienen definidos por Delgado, como “el estudio objetivo de la enfermedad” de tal manera que los sentimientos y las emociones no oscurezcan la clave objetiva para el discernimiento del tratamiento o del cuidado del enfermo.
En este caso, viene a ser todo lo científico y lo tecnológico a disposición del medico para poder acatar la dolencia y la enfermedad del enfermo, todo lo objetivo que esta a disposición del galeno para poder expresar al máximo de sus posibilidades su disposición a esa alma doliente.
Un ultimo aspecto que define Delgado, es el del paciente, que engloba la condición de persona, con todos sus elementos particulares y con una entidad moral que esta caracterizada por el sufrimiento y la desgracia, y cuya integridad gravita esencialmente sobre nuestra conciencia profesional, como lo señala el maestro.

Ahora bien, ¿Qué es entonces el enfermo? El enfermo es paciente. El enfermo es un paciente porque esta persona vive y sufre en carne propia –tal como lo señala el maestro- la propia enfermedad con todos los elementos psíquicos y espirituales que pueda implicar el mismo estadio morboso, que cumple en cierta medida con darle una forma especifica a las características del enfermo. Por lo tanto el sujeto es paciente, dado que este vive los sentimientos del sufrimiento y los estados afectivos que corresponden a la enfermedad misma, que son de alguna u otra forma pertenecientes al mal mismo y su persona misma es centro de experiencias negativas para la existencia, desde la perspectiva del enfermo.

Lo que caracteriza a un enfermo en principio es angustia, miedo, dolor, malestar físico y miseria que es redondeada en la enfermedad. El sujeto que esta enfermo experimenta un apocamiento, que fruto de la enfermedad comienza a hundirlo en una miseria de un cuerpo destemplado, tal y como lo señala el maestro en sus paginas.

El sentirse enfermo viene de alguna manera dado por un signo característico, y esta es la “dolencia”. El vinculo con el enfermo se inicia con el medico a disposición de la mitigación de la dolencia del enfermo que aqueja, y que por lo tanto dispone de alguna medida a un estado de sufrimiento que es compatible con lo descrito anteriormente (angustia, temor, dolor, malestar, etc.).
Principalmente el miedo y la angustia son elementos que se presentan como una manifestación defensiva y que privan al espíritu de libertad haciéndolo predispuesto a sentimientos funestos, que se caracterizan por ser presentimientos que agravan o empeoran el mal, y hacen desfavorable inclusive a un tono vital, a una tranquilidad. Bajo este contexto, es que el enfermo inicia una serie de conjeturas y pensamientos intranquilos acerca de su derrotero que a menudo son poco reales, inclusive ilógicas, o hasta cierto punto, ensanchadas y desligadas con la realidad que sitúan a estas ideas como un desamparo y una desesperanza. El enfermo por lo tanto, se experimenta fracturado, se experimenta quebrado, y alejado de una realidad en concreto, que el mismo no puede manejar. Por lo tanto su centro, está en una realidad (su enfermedad) que el mismo no puede manejar, por lo que además de haber una sobrevaloración de un yo alterado, hay una salud perdida por parte del alma mórbida. Es ahí, bajo este contexto, que el enfermo se vuelve con nostalgia a tiempos pasados, en los momentos en los que su salud perdida era integra, y hace comparaciones hasta incluso forzadas con la realidad actual vivida y la realidad pasada disfrutada.

Ahora bien, surge entonces la siguiente interrogante: ¿Cómo es la actitud del enfermo (quien lleno de un sufrimiento y de elementos que generan complicaciones más agravantes, se caracteriza por ser un alma en dolor) frente al medico?

Para el enfermo, el medico es el personaje principal de su vida en relación con su enfermedad, como declara Delgado. El enfermo ve al medico como el mediador entre la salud y la enfermedad, entre el mal y el bien, entre el desamparo y la esperanza, entre el perecer o el salvarse.
En cierta medida hay una plena disposición por un alma doliente y un cuerpo enfermo de entregarse a una protección segura, a una persona fuerte y a una ciencia que garantice que la integridad humana, rota por la enfermedad, restaurarse y recuperar la salud y el bienestar. Por lo tanto, es aquella disposición del alma humana, que valora aquel elemento trascendental y que por lo tanto dispone de todo su integridad hacia ese vinculo medico-paciente para su salvación y su salida del desierto árido que la enfermedad le brinda. Es algo así, como que el medico y el paciente se ven envueltos, en el momento de la enfermedad, como en una relación mágico-religiosa (salvando las distancias del caso) en la que el medico pone todo de si para salvaguardar la vida del paciente, restaurarla o evitar dolencias y rupturas más gravitantes para el derrotero en la cual se encuentra sumergido el sujeto enfermo.
He ahí también que el enfermo cobra un elemento muy importante dentro de su integridad bio-psico-espiritual: la agonía y su espiritualidad agonizante. Cuando una persona agoniza o se encuentra desesperada por la enfermedad, aviva el fuego de la fe. La fe es aquel don que nos permite confiar y que esa confianza se vea revelada luego en una situación mejor. Es decir, la fe nos permite establecer un vinculo muy fuerte con la confianza de que en cualquier momento la agonía por la cual la enfermedad esta llevando al sujeto enfermo se apague lentamente ya sea con la cura definitiva de la enfermedad, o en casos más complejos con la muerte. En este caso, hace mención Delgado a los médicos creyentes, y destaca su labor como tales en cuanto a que hay la comprensión de los mismos ante el sufrimiento y la agonía del enfermo frente a un estado mórbido.
Por lo tanto, ante esta situación, el medico debe actuar con naturalidad y no rechazar la figura del medico siempre y cuando haya responsabilidad del ministerio del doctor y de la sabiduría, debido a que la persona con la cual se esta interactuando es una persona enferma que aclama por la vida y salvación de su salud.

Ahora bien, hemos visto de alguna forma como es que el enfermo mira al medico. Viene ahora la siguiente pregunta: ¿Cómo es que el medico se posiciona frente al alma del enfermo? 
Es muy importante esta parte, tan importante como la posición del enfermo frente al medico, puesto que hay un elemento fundamental del medico que conforme pasan los años se va perdiendo, y es la escucha del medico frente al paciente adolorido. Es por ello que el maestro menciona la palabra “cliente”. Al definirla, don Honorio Delgado, la desmenuza etimológicamente y obtiene el vocablo griego “clueo” que significa oír, escuchar. Por lo que ahí hace un énfasis muy importante y es que el medico debe auscultar el alma del paciente. Esto es importante en todo sentido, y no solo depende de la habilidad con la que el medico trata al paciente. El medico debe estar dispuesto a siempre “auscultar el alma”, por más técnico o puntual sea su trabajo, el paciente se ubica siempre ante una situación trascendental que lo ubica a cuestionarse: ¿Por qué estoy así? ¿Por qué a mi? ¿Por qué yo? El medico debe siempre auscultar para nunca perder el rastro a un sujeto enfermo que ante sus momentos más agonizantes o más incomodos se cuestiona por su mal. Es así como el medico cumple la función de un “sacerdote” o la función de un “psicólogo de agonías”. Esta función se caracteriza primordialmente por la escucha activa que tiene el medico con el paciente, y que el paciente mismo libera ante una persona que antes se le hacia desconocida, y ahora es centro y mediador de su liberación. El paciente por lo tanto se entrega a nosotros. ¿Y como reaccionamos nosotros? ¿Nos alejamos o escuchamos? Es justamente la frase, con la que inicie este dialogo, que el maestro hace énfasis en que “los cirujanos creen que pierden su tiempo escuchando”. No es solamente problema de los cirujanos. Muchos médicos no capacitan que el paciente en el momento que deposita su salud en nuestras manos, deposita mucho más que eso. Deposita todo. Y se entrega con amor y esperanza a que su existencia no cambie para mal. Por eso es que se cuestiona frente a nosotros. Y eso hace diferente la medicina a cualquier otra rama medica, como la veterinaria, en la cual no hay esa conexión espiritual y anímica con el animal, cosa que la medicina si tiene.

Por lo tanto, además de poder ser mediadores y “confesores” de un paciente agonizante, debemos ser respetuosos con todo lo que este confía. No revelar, por lo tanto, los misterios y las dudas de un paciente frente al mundo, ni nada que pueda alarmar al mismo enfermo. El medico durante la enfermedad esta en una plena conexión con el hombre enfermo, y al momento de esa conexión y durante esta, no puede echarse nada a perder, puesto que no se trata de una simple conexión sino una serie de elementos más amplios que me definen esencialmente que el paciente se cure con satisfacción (de forma integrada) o que se repare el problema como podría hacerlo un gasfitero con una cañería, por ejemplo. Por lo tanto, como señala el maestro nada de nuestras incertidumbres ni dudas deben llegar al enfermo, ni tratar al sujeto mismo como un órgano o un sistema. Debemos ser comprensivos y respetuosos, penetrar lo más que podamos frente a la enfermedad, siempre respetando y valorando la plena disposición que pone un sujeto doliente y enfermo frente al porte medico.
Es bajo en este contexto que el maestro menciona una frase muy importante sobre los médicos y es que: “ el don de la humanidad, esencial a nuestro ministerio, se cumple en el empeño de reconocer todo el valor que tiene para cada persona el mal cuyo padecimiento la conduce a ponerse en nuestras manos”. Es vital pues, cuando se ejerce este don, es cuando nosotros somos capaces de poder socorrer a las personas que están gimiendo por el mal y a su vez que estas personas se dispongan plenamente permite al medico poder penetrar en lo mas profundo del ser para salvar a esa integridad en peligro de ahogarse. Es don del medico, reconocer que cada persona, cada alma, cada ser que sufre pasa por el mismo proceso y por lo tanto ocurre una acción viceversa al momento de la disposición.

Se ha visto entonces, cual es la perspectiva del medico y del enfermo. En tanto que también se ha entendido como es que ambos se comportan frente uno con el otro. Se debe comprender también como es que la integridad cuerpo-mente reacciona frente a una enfermedad y la cura. Lo que se sabe es que repercusiones psicógenas generan en si una repercusión física, y que por lo tanto podríamos decir por ejemplo que una persona accidentada podría generar una depresión por su situación de accidentada. Es normal pues entender que las enfermedades por más físicas que sean, generan una repercusión psicológica que atañe al alma, la samaquea y la pone en cuestionamiento ante una situación que no era la que se tenia anteriormente. Tal relación es la que permite explicar como la agravación de la enfermedad (factores físicos) se dan fruto de la dolencia (factores psicógenos), y como es que cobra efecto la actitud casi psicoterapéutica y medica del galeno frente a la enfermedad.
Es bajo este concepto que define el maestro a la Psicagogía. Este termino, según el maestro, significa el uso de recursos psicológicos útiles para despertar, estimular y orientar las disposiciones normales a fin de elevar el ánimo por encima de la situación doliente e infundir en el espíritu incentivos de salud y transformadores del sentido de la existencia.  Por lo tanto, el medico cumple también la función de psicoterapeuta al aplicar la psicagogía frente a los pacientes y los sujetos enfermos.
Es por lo tanto en estas situaciones en las cuales el enfermo escucha, y no siempre de manera pasiva – como señala el maestro – sino con la intención vigilante para poder entrar en lo más profundo del medico quien lo trata.

En cuanto al pronostico, se debe saber que uno siempre debe disponerse no solo ante la realidad de la clínica objetiva (tal como lo señala el maestro) sino que también debe situarse en muchos aspectos del ser enfermo. Es por lo tanto algo legitimo y moral en cuanto a que ciertas sentencias tengan un sentido de evidencia reveladora para un bien posible en relación al sujeto, o como lo define el maestro, un conocimiento valioso. Sin embargo, si un medico desatinado y poco consiente de la situación se encarga de revelar cosas que no son prudentes, podría generar desdicha, ruptura y desvinculo con la relación a tal punto de poder alejar la posibilidad de cura y traer consigo empeoramiento y males de por medio. Puede ser, por lo tanto, contraproducente si es que un sujeto que sabemos nosotros puede no recibir bien la noticia, hacérsela saber puesto que generamos daño y la regla principal es “non nocere” o lo que se traduce en no hacer daño.
Por lo tanto, el medico debe tener un tacto exquisito, como dice el maestro, de tal manera que al momento de decir el pronostico, dado que la persona quien probablemente recepcione el mensaje sea el enfermo mismo, quien como ya hemos visto es una persona con un sufrimiento intensificado y hasta cierto punto con una hipersensibilidad de todo aquel elemento que le rodea, además con tendencia a sobrevalorar cada palabra y cada verbo, de tal manera que se ve en este una sensación de pesimismo y muy en el fondo deseos de poder salir de aquella enfermedad que lo aqueja.

Por ultimo,  y en conclusión, esto no es algo (como dice el maestro) irreal, sino que existe y que no debemos hacer caso omiso al respecto. El medico como tal ejerce un ministerio ante la vida y la salud de un paciente dolido y enfermo, ante un sujeto enfermo y por lo tanto es deber del medico ejercer bien este ministerio, más allá de nuestras fragilidades y debilidades como seres humanos que somos. Se ha visto siempre que un medico es como un artista, como un científico, como un sacerdote, como un psicólogo o como todo en conjunto. Pero lo que realmente nos caracteriza es que sentimos y nos afanamos (como dice el maestro) por llevar siempre en lo más profundo el alma del medico, el ser medico; sin lograr de sacar este porte de la reflexión. Es por lo tanto que un medico se caracteriza como tal, además de ser soplo de vida en los aspectos del enfermo (cliente, caso y paciente). En este caso el medico es un bien concreto, en cuanto a que cumple con una derechura moral, como lo señala el maestro, y no es un bien concreto solo, ya que ello no implicaría una bondad absolutamente buena, como señala el maestro. Es un bien concreto completo, en la medida de que el médico consume el acto medico en el momento de que cumple con los principios morales, es decir (como lo llama don Honorio Delgado) con la derechura moral.