Es bien conocido que en todo método humano
siempre existen falencias, limitaciones, dificultades en su uso y aplicación,
que hacen advertir al facultativo sobre la importancia del conocimiento diestro
de la disciplina de tal manera que estas falencias no repercutan en el análisis
y la exploración del mismo con sus pacientes.
Sobretodo, el alma humana y la mente son sin
duda alguna elementos que portan en su esencia complejidad de manera cuasi
categórica, que debe ser vista no como una tara difícil de llevar sino como
parte de la comprensión de la estructura, el dinamismo y la formación del alma
y de sus elementos que la conforman.
Es así como es que el maestro Delgado
considera un apartado de “Dificultades y Limitaciones” de la Psicopatología, ya
que la misma debe ser estudiada y aplicada con un criterio de comprensión y
asombro hacia la estructura anímica anormal del individuo.
Se comienza diciendo que es de suma
importancia tomar a las manifestaciones del alma con suma precaución, siguiendo
un determinado orden. El maestro aclara existe cierta importancia en las
interacciones sociales, el conocimiento de la cultura y la historia, y en
ejercicio profesional; de manera que estos elementos los considera importantes
para poder tener la capacidad de penetrar el alma ajena. Es lógico pues, para poder
comprender a las anormalidades anímicas del ser humano, es importante
comprender como se relaciona, como es su entorno y como se desarrollo su
entorno para poder ingresar en el mundo ajeno. Y que mejor forma de conocerlo,
si no es experimentando aquello desde uno mismo. Evidente pues, que se debe
agregar a todo esto el ejercicio de la profesión, puesto que para el psicopatólogo
es de suma importancia no solo vincularse con el mundo (como antes mencionado)
sino ejercer la ciencia que permite el estudio de las anormalidades vinculadas
con el ser anímico del hombre.
Como dijo el maestro Delgado, todos estos
elementos no son suficientes. Es importante sin lugar a dudas la actitud y los
procedimientos especiales.
Hay veces en las que la mente ajena se nos presenta
de forma compleja, tal es así que la complejidad de su presentación enmascara a
nuestra comprensión. Por lo tanto, es importante considerar de forma medular no
solo al vinculo que se tiene con la persona y la relación que se forma con la
misma, sino también considerar en el caso del individuo anormal aquello que lo
divorcia de la normalidad y que es conocimiento fundamental de la
psicopatología, partiendo de la definición de estudio de la misma. Muchas veces, el sujeto no es consciente de
su normalidad por lo que la misma, como señala el maestro Delgado, anda
enlazada con la mente normal por lo que resulta hasta a veces difícil poder
diferenciar elementos anormales de normales en diferentes esferas del paciente.
Por lo tanto es importante, como señala don
Honorio Delgado, enfrentar a la persona con naturalidad, sin hacer que esta
inhiba sus manifestaciones, por más descabelladas o extrañas que sean. Hay que
presentarse frente al paciente como una persona capaz de poder escucharlo o
escucharla, brindar confianza, siendo indiferentes a nuestras interpretaciones,
atribuciones, etiquetas, suposiciones o a nuestros juicios, sino dejando que el
mismo paciente busque expresarse y liberar aquellos elementos que consciente
como no, lo aquejan de tal manera que hasta una consulta ha querido buscar.
No es posible, según el maestro Delgado, que
la información directa obtenida sea objetiva o que hable por si sola. Lo que si
puede existir, es que partiendo de cierta información dada, se construya algo
solido a partir de criticas y consideraciones, que son importantes para Honorio
Delgado en la formación de “un conocimiento verdadero”.
Es a partir de estos elementos del
conocimiento, que Honorio Delgado establece la temática de los prejuicios como
principal elemento limitante al “conocimiento verdadero”. Estos elementos no
son más que falacias o afirmaciones laxas sobre la realidad psicopatológica del
fenómeno ocurrido en el paciente.
Uno de los prejuicios más característicos del
pensamiento científico – medico es, como el maestro lo denomina, el prejuicio
anatomofisiológico. Este consiste en que el medico, por naturaleza, tiende a
explicar las manifestaciones mentales en términos de patología cerebral, tal
como lo señala don Honorio, muchas veces adjudicando “lugares imaginarios” a
elementos que muchas veces se denominan “científicos” cuando en realidad las
localizaciones cerebrales corresponden a funciones psicosensoriales y
psicomotrices, tal como lo señala el maestro Delgado. Las funciones
psicológicas no gozan aun de este privilegio, aunque se deba admitir que
actualmente se hacen esfuerzos para poder obtener información acerca de la
localización de la conciencia, y de otros elementos espirituales.
Es cierto, pues existen ciertas lesiones
cerebrales que producen ciertas alteraciones de la conciencia, del humor o de
la percepción. Como también existen determinadas lesiones que no producen
ninguna lesión, o existen trastornos del animo (por ejemplo) que muchas veces
no presentan anatomía patológica correspondiente. Es todavía un enigma, como lo
señala Delgado citando al neurólogo Müller, la comprensión del sistema nervioso
a la totalidad por más que se avance en nuestros días a un ritmo casi veloz en
la comprensión del mismo.
El prejuicio elementalista recae principalmente
en atribuir los desordenes a “combinaciones irregulares de unidades
fundamentales”. En este prejuicio, no existe lo psíquico, sino es producto de
la acción refleja. Estos reflejos corresponden a ciertos elementos mecánicos,
como es el caso de los reflejos condicionados propuestos por Pavlov, como lo
propone Delgado. Estos reflejos tienen la característica de ser perfectamente
determinados, y que según Honorio Delgado, tienen un cuerpo puramente
fisiológico no psicológico. Por lo tanto, la vida psíquica no es más que una
combinación de estos reflejos, lo cual convierte al entendimiento de la misma
en una mecánica más que en algo moldeable, como naturalmente se presenta la
psiquis.
Otro de los prejuicios, el prejuicio
simplificador, es quizás uno de los que más ocurren a diario, y es el hecho de
atribuir determinadas clases de fenómenos (que se consideran esenciales) a una
variedad amplia de fenómenos y manifestaciones psicopatológicas. En pocas
palabras es sobrevalorar un grupo de síntomas o manifestaciones clínicas por
encima de una realidad psicopatológica rica y abundante en expresiones y formas
que podrían explicar incluso mejor el cuadro del sujeto. Como señala el maestro
Delgado, “De este modo se toma como perturbación lo que no es más que un hecho
concomitante o sintomático de la perturbación”.
Finalmente, el prejuicio diagnostico y
tipológico, que es el afán por los diagnósticos, por la síntesis
caracterológica, o por las “etiquetas”. Las consecuencias son principalmente empobrecimiento y nulidad de los resultados
obtenidos. Lo que existe en estos tipos de errores es una pobre descripción,
hasta a veces si es que existe esta descripción es sencilla. La existencia de
una simpleza en la descripción y el solo interés en el diagnostico, es
finalmente lo que lleva a representar el análisis de forma simple
semi-individual y semi-general, como lo señala el maestro Delgado. Se pierde la
riqueza y la diferenciación, la variedad individual, cayendo finalmente en un
esquema taxonómico, donde lo único que importa es el diagnostico y se pone poco
énfasis en la importancia que radica la descripción única de los síntomas en el
individuo.
En conclusión, es de importancia conocer las
principales limitaciones y dificultades que presenta la psicopatología, ya que
permite poder dar un horizonte y una orientación correcta al momento del
encuentro médico – psicoterapéutico, de tal forma que se evita cualquier tipo
de prejuicio y se presta una severa atención a la complejidad del alma humana
en especial a la anormalidad alojada por el sujeto.
Finalmente, voy a terminar con una frase que
cita el maestro Delgado de un neurólogo, el Dr. L.R. Müller, que recae en la
importancia de la complejidad de la mente a partir del conocimiento del sistema
nervioso: "Es menester recalcar con toda
decisión que no se puede limitar el mundo del pensamiento a sitios especiales y
determinados de la corteza cerebral. Debemos confesar abiertamente que
carecemos hasta de la menor noción acerca de los procesos del sistema nervioso
que sirven de base al pensamiento, a la memoria y a la voluntad; no sabemos
siquiera hasta qué punto participan en ellos los estratos de la corteza
cerebral y sus células. Desconocemos, y temo que también desconoceremos".